La descripción de «El Dios de las Praderas Verdes» es la mirada desde los ojos puros de la niña Victoria; el asombro que aún tiene la primera mirada de un niño ante la belleza de la naturaleza y lo divino.
Es lo que Wayne Dyer llama «la memoria espiritual» y la conexión con nuestra fuente. La descripción de «El Dios de las Praderas Verdes» es la fuente de la que provenimos. El Amor Incondicional. El Paraíso. Dios.
Victoria es una niña, adolescente y adulta sensible e inteligente. Posee una sensibilidad que la permite acceder a una experiencia subjetiva intuitiva y espiritual que se confronta en una cultura orientada al exterior y, en cierta medida, brutal, en la que lo diferente debe ser aniquilado. La Naturaleza, que aparece en la novela como una teofanía, es el último refugio en el que Victoria puede proteger su identidad frente a lo que dice el entorno.
«Respeto No; Miedo Sí»
Le venía muy grande al duende todo aquello. Se quedó mudo.
Ajeno a lo que sucedía arriba, en el puente, un cormorán se posó en un islote de arena detrás de las compuertas y extendió las alas para secarlas. (…) Victoria condujo despacio por la carretera hacia el pueblo. Miró hacia el río y los carrizales espesos y verdes donde miles de ranas croaban al anochecer. Donde dormía el Dios de las Praderas Verdes.
Sobre la autora…
María José Celemín es una escritora, pensadora y empresaria afincada en Castronuño (Valladolid) que se ha adentrado durante los últimos años en el conocimiento de algunas de las tradiciones espirituales y ha buscado de forma intuitiva a Dios.
En su interés por conocer los motivos internos más profundos que mueven al ser humano y, de la mano de Jacquelyn Strickland, de Colorado (socia de Elaine Aron, la famosa investigadora de San Francisco que ha llevado a cabo el estudio de las Personas Altamente Sensibles), comenzó a investigar algunos de los arquetipos de diferentes mitologías hasta que derivó al estudio de los arquetipos femeninos griegos, de los que ha empazado a dar conferencias.