Conocer nuestro receptor, clave para una buena comunicación
Nosotros decimos algo y los demás lo entienden… Pero para llegar a eso hay que tener en cuenta diferentes factores.
Comunicar algo a alguien o a un grupo de personas puede parecernos una tarea sencilla
Sin ánimo de agotar la enumeración de esos factores voy a referirme a tres de ellos.
Es muy aconsejable tener muy claro qué queremos decir. Qué idea queremos transmitir. A partir de ahí debemos tener presente que la claridad y la brevedad son dos variables que juegan a favor que el mensaje sea entendido.
Y una estructura de nuestro discurso, compuesta de inicio (introducimos la idea), nudo (desarrollamos nuestra idea) y desenlace (resumimos nuestra idea) nos será de gran ayuda.
Tendremos muy presente: ¿A quién nos dirigimos? No es lo mismo dirigirse a una persona con un nivel cultural alto a otra que no. No es lo mismo dirigirnos a un niño o a un adolescente que a un adulto. A una persona con sentido del humor a otra que no, etc. Las características del receptor de nuestro mensaje, determinan la manera, el cómo diremos aquello que tenemos que comunicar. Así pues, adaptaremos nuestro lenguaje (más o menos técnico, más o menos culto, más o menos familiar…)
Beneficiará la comunicación con los demás el ser concretos en nuestro uso del lenguaje, de las palabras
Frases cortas o frases que transmitan una sola idea facilitan mejor la comunicación que frases largas, subordinadas, que transmitan más de una idea a la vez… Por ejemplo es más fácil de entender: “El agua de mar ocupa las tres cuartas partes de la superficie terrestre”, que “El agua de mar, compuesta de sales minerales, entre las que predomina el cloruro sódico, en un 3.5% de media, aunque podemos encontrar casos como el mar muerto en que esta concentración se eleva…”
Por otra parte tener una buena provisión de verbos, adjetivos, adverbios… nos permite poder definir con exactitud aquello qué queremos decir.
Filósofos y neurocientíficos nos advierten que el cerebro humano piensa en imágenes. La cultura popular lo deja claro en el dicho: una imagen vale más que mil palabras. Existen mecanismos retóricos como las metáforas, las comparaciones, etc… que permiten potenciar el aspecto visual de un mensaje y de los que nos podemos beneficiar.
Por último, es muy positivo asegurarnos que nuestro receptor haya entendido aquello que hemos intentado transmitir. Sucede en numerosas ocasiones que preguntamos: ¿Me he explicado?, ¿Entiendes lo que quiero decir?… La otra persona responde que sí y asumimos que nuestra comunicación ha sido un éxito, pero en realidad no ha sido así. Y no es porque la otra persona nos haya mentido, sino porque lo que ha hecho es traducirse a sí misma, según sus conocimientos, prejuicios, esquemas mentales… aquello que le hemos dicho. Por lo tanto conviene hacerle verbalizar qué ha entendido de lo que le acabamos de decir.
Muchos son los factores que posibilitan una buena comunicación. Aquí me he referido a la claridad de la idea a transmitir y del modo de hacerlo, a tener en cuenta el tipo de interlocutor y a la recapitulación para asegurarnos que nuestro mensaje haya sido entendido. Poniendo esmero en estos tres factores tenemos la posibilidad de establecer una fluida con los demás.
¡Saber comunicar! ¡Qué maravilla cuando nos topamos con alguien que tiene esta capacidad!
Pienso que la “Comunicación interpersonal” tiene que ser una asignatura impartida en la escuela y la Universidad. Que toda persona candidata a ocupar un cargo en el que dependan otras personas de ella, debe demostrar esta capacidad, o en su defecto, la empresa debe formarla en este sentido.
Una idea de la Programación Neurolingüística que me encanta: “El mapa no es el territorio”. Es decir, la manera como yo interpreto la realidad no tiene por qué coincidir con la realidad misma.
A esto se le añade que cada individuo tiene su propio mapa del territorio. Esto quiere decir que la comunicación interpersonal es más complicada de lo que podamos pensar a priori.
¿Cómo puedo comunicar lo que tengo en la cabeza, mis ideas a los demás?
Creo que este es el gran qué, que toda persona que dirige equipos humanos debe tener muy presente. Esta es una de las grandes responsabilidades que debe asumir.
Si lo que queremos es que los demás hagan exactamente aquello que queremos que hagan, debemos ser muy claros. Para ello debemos, ante todo, tenerlo muy claro nosotros.
Seguidamente debemos ser capaces de decir qué queremos de manera breve y con un lenguaje concreto y específico. Si hay algo que no queremos de ninguna de las maneras, decirlo también. Evitar andarse por las ramas, divagar… ¡Digamos lo estrictamente necesario y punto!
¡Cuanta menos cantidad de frases usemos, más fácil será de recordar!
Para finalizar, pedir retroalimentación a la otra persona o personas para asegurarnos que aquello que hemos dicho ha sido entendido “perfectamente”. Si no es así tenemos la oportunidad para mejorar la comunicación. (Por otra parte podemos pedir a la otra persona que se lo apunte para no olvidar).
Muchas de las tensiones entre jefes y subordinados o entre miembros de un equipo proceden de no confirmar que lo que se ha dicho, ha sido entendido por igual. ¡No es poco habitual que los mandos piensen que sus subordinados son intelectualmente limitados o que, directamente, les están boicoteando!
La realidad, en muchos casos, es más sencilla. O el jefe no se ha sabido explicar o no se ha tomado la molestia de comprobar que aquello que cree haber dicho ha sido entendido en el mismo sentido por aquellos que escuchan.
Lo repito una vez más: Cada individuo tiene su “mapa” e interpreta lo que se le dice según su propio “mapa”.
Comunicar lo que tenemos en nuestra cabeza a los demás es una habilidad que, en los casos más positivamente significativos, ha permitido hacer avanzar al mundo.
¡Pongamos nuestro grano de arena!